La brisa, el roce de la yema del dedo, incluso una simple
pluma posándose en nuestro brazo... toda esta información sensorial
exquisitamente detallada la recibe nuestro cerebro gracias a los corpúsculos de
Meissner y los de Pacini.
Los de Meissner detectan el más mínimo roce, y son muy
abundantes en nuestras zonas erógenas y otras áreas muy sensibles, como la
yemas de los dedos, los labios o la lengua.
Sensores
Los receptores de Meissner reciben este nombre del
anatomista alemán Georg Meissner, a quien se le atribuye su descubrimiento en
1852. El corpúsculo tiene de 30 a 140 micras de largo y de 40 a 61 μm de
diámetro.
Un corpúsculo de Pacini puede detectar un movimiento de solo
0,00001 milímetros, que en la práctica viene a ser como no moverse en absoluto.
Los corpúsculos de Pacini se encuentran por ejemplo, en el
tejido conectivo subcutáneo y en la dermis reticular y son especialmente
numerosos en la mano y el pie. Además se encuentran en el periostio, las
membranas interóseas, el mesenterio, el páncreas y los órganos sexuales.
Las mujeres tienen más sensibilidad táctil en los dedos,
pero probablemente esto se deba a que sus manos son más pequeñas y, por
consiguiente, tiene una red de sensores más densa.
En total, el tacto abarca cinco sensaciones diferentes
asociadas a determinada clase de receptores. Los diversos receptores han sido
llamados por el nombre de sus descubridores:
·
Los corpúsculos de Pacini para la presión
(Filippo Pacini, italiano, 1830).
·
Los corpúsculos de Meissner para el tacto (Georg
Meissner, alemán, 1853).
·
Los bulbos terminales de Krause para el frío
(Wilhelm Krause, alemán, 1860).
·
Las terminaciones para el calor de Ruffini
(Angelo Ruffini, italiano, 1898).
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